Por Karina Velasco y Víctor Ruiz
¿Qué lugar tiene hoy el encuadre en la psicoterapia? ¿Por qué sigue siendo vigente? ¿Qué valor clínico, técnico y ético conserva? Estas preguntas estarán en el centro del diálogo que proponemos y al que les extendemos una cordial invitación. Hablaremos del encuadre en la psicoterapia psicoanalítica, pensado desde la actualidad, en un contexto de transformaciones tecnológicas, sociales y psicopatológicas que nos exigen revisar las técnicas psicoanalíticas, en particular el encuadre. Exploraremos qué elementos de éste siguen siendo necesarios, no por fidelidad a una ortodoxia o a un ritual, sino porque resultan esenciales para sostener el escenario donde pueden desplegarse los fenómenos transferenciales que activan el proceso analítico.
Para todos los psicoterapeutas, establecer, sostener y dimensionar lo que implica el encuadre es algo que toma tiempo. Podemos comprenderlo racionalmente, en o desde la teoría, pero interiorizar su función requiere disposición y experiencia: tanto en el propio diván como en el trabajo con pacientes. Algunos psicoterapeutas cuestionan ciertos aspectos del encuadre por considerarlos demasiado “ortodoxos”; otros intentan sostenerlo de forma exacta, paradójicamente volviéndolo rígido. Esto ocurre porque el encuadre no se impone ni se sostiene sólo desde lo externo, sino desde lo interno. Tiene que ver con la identidad y con el pensamiento psicoanalítico del terapeuta. Además, esa identidad, como cualquier otra, toma su tiempo en formarse: una identidad psicoanalítica que permita sostener el marco/encuadre.
Desde esta perspectiva, el encuadre va más allá de ser un marco externo, también es un modo de estar del psicoterapeuta. Como señala André Green, en toda cura conviven un “estuche”, los elementos constantes del dispositivo y una “matriz activa”, que se funda en la escucha flotante y la asociación libre como ejes de la pareja que se forma entre el paciente y el psicoterapeuta. El encuadre externo sólo adquiere eficacia cuando se conjuga con este encuadre interno, que se afina con el tiempo, con la experiencia y con el trabajo sobre nuestras propias resistencias (Green & Urribarri, 2008, p. 111).
Porque sí, también el encuadre despierta resistencias, y no sólo en el paciente. Como retoma Leopoldo Bleger, algunos de los aspectos más intensos o primitivos —aquellos “locos” o más problemáticos— de la situación psicoterapéutica y de sus dos participantes pueden movilizarse justamente por el encuadre. Esto incluye al propio terapeuta, cuyos conflictos menos elaborados pueden activarse ante la exigencia de sostener el dispositivo o por los ataques dirigidos al mismo. En este sentido, lo que se proyecta en el encuadre no siempre proviene del paciente, puede surgir igualmente en el psicoterapeuta. El encuadre puede movilizar resistencias en ambos lados y, justamente por eso, se vuelve un punto de revelación, de valioso entendimiento (Bleger, en Moguillansky & Levine, 2023, p. 36).
Este espacio que proponemos busca abrir un diálogo entre colegas interesados en pensar cómo se construye el encuadre y en qué se sostiene. Hablar del encuadre es hablar de nuestra posición clínica y de los desafíos —técnicos, personales y éticos— que implica sostenerla. La invitación es el sábado 9 de agosto, de 10:00 a 13:00 h. Será un espacio de diálogo abierto, en el que compartiremos nuestras reflexiones y abriremos los micrófonos para escuchar preguntas, comentarios e inquietudes de los asistentes.
Los esperamos.
Referencias
Green, A., & Urribarri, F. (2008). La representación y lo irrepresentable en la práctica contemporánea. Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 106, 110–119.
Moguillansky, C., & Levine, H. B. (Eds.). (2023). Psychoanalysis of the psychoanalytic frame revisited: A new look at José Bleger’s classic work (cap. 1, L. Bleger, pp. 21–38). Routledge.