Por Marcela Barruel
Relatos acerca de personas con comportamientos parecidos a los que hoy el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales V (DSM, por sus siglas en inglés) registra como trastornos del espectro autista existen desde hace mucho tiempo. En diversos escritos se han encontrado descripciones de personas que parecían ausentes, silenciosas, con dificultades para adaptarse a las convenciones sociales y con comportamientos considerados extraños. De manera similar, hay reseñas sobre niños ferales, niños criados sin contacto humano, que relatan un comportamiento que coincide con algunas características que la medicina actual relaciona con síntomas del trastorno del espectro autista. Por lo anterior, tenemos razones para pensar que el autismo es una condición que no es de reciente aparición.
El término «autista», sin embargo, fue utilizado por primera vez en medicina en 1911 por Eugen Bleuler para describir uno de los síntomas de la esquizofrenia. Él acuñó ese término para describir el comportamiento aislado, ensimismado, con alteración en los afectos y con el alejamiento de la realidad externa propio de la psicosis.
En 1943, Leo Kanner, psiquiatra austriaco, describió lo que llamó «perturbación autista del contacto afectivo» a partir del análisis de once niños que presentaban comportamientos similares. Él pensó que se trataba de un síndrome (de causa desconocida) o de una entidad nosológica distinta a la descrita por Bleuler. Kanner aclaró que el autismo no era un antecedente de la esquizofrenia, ya que el alejamiento existía desde el nacimiento. Explicó que los niños con perturbación autista del contacto afectivo presentaban dificultades para tolerar el contacto humano y ciertos ruidos, mismos que podían provocarles reacciones extremas de angustia o una desconcertante indiferencia. Los pequeños no desarrollaban la conducta anticipatoria al ser tomados en los brazos, ni se ajustaban al cuerpo de la madre al ser cargados como los otros niños. Parecían no notar la ausencia de los padres ni mostraban emoción a su regreso. Al principio, muchos fueron considerados sordos por la nula reacción que tenían a los llamados externos.
Kanner también explicó el particular desarrollo del habla y del lenguaje en los once niños. Algunos permanecieron siempre mudos y otros mostraron una memoria excepcional al aprenderse sin dificultad nombres de objetos, animales, títulos de libros, autores e incluso versos extensos. Sin embargo, su lenguaje daba la impresión de no tener sentido, de tener escasa intención comunicativa y de ser muy literal. Los niños además presentaban dificultades para comprender símbolos y metáforas. Unos hablaban con ecolalia, es decir, repetían vocablos o frases escuchadas previamente o usaban los pronombres tal como como los escuchaban, confundiendo el “yo” con el “tú”, por ejemplo, en lugar de decir: “quiero agua”, decían: “quieres agua”.
Algunos movimientos y sonidos podían perturbarlos intensamente como los columpios, las batidoras, el agua corriendo, los juguetes mecánicos e incluso el viento. Las inyecciones y las revisiones con el estetoscopio las vivían como invasiones inquietantes que les desataban crisis intensas de pánico, acompañadas de gritos, llanto o movimientos imparables.
También, tenían serias dificultades para relacionarse con la gente, no miraban a la cara y si tocaban a las personas lo hacían como si fueran muebles u objetos inanimados. Al parecer, preferían relacionarse con objetos, se abstraían del mundo manipulándolos por horas y podían entrar en intensas crisis al ser interrumpidos. No jugaban como otros niños. Preferían actividades monótonas. Estaban llenos de rituales y movimientos estereotipados. Mostraban una gran obsesión por mantener las cosas iguales. Los cambios en las rutinas y en el orden de las cosas eran muy mal tolerados. Estos niños no tenían enfermedades físicas u orgánicas y sus electroencefalogramas eran normales. Algunos tenían cierta torpeza o rigidez al andar, y a pesar de mostrar habilidades cognitivas, se solía pensar que tenían retardo mental.
Por otro lado, Hans Asperger, quien al parecer desconocía el trabajo de su connacional Kanner, reportó en 1944 el hallazgo de niños con síntomas similares, pero con habilidades verbales y cognitivas mayores. Asperger consideraba que esta condición planteaba un reto muy complejo para la educación especial: educar a niños que carecen de motivación para establecer relaciones afectivas e identificarse con adultos para incorporar la cultura. Más tarde, se consideró al «síndrome de Asperger» como una variante menos grave del autismo donde el lenguaje y la cognición estaban preservados.
La concepción que tenemos hoy del autismo es muy diversa. Este ha pasado por muchas revisiones, precisiones y controversias desde que Kanner y Asperger hicieron su investigaciones hace más de 70 años. En el curso de cuatro clases «El espectro autista» revisaremos las diferentes perspectivas desde donde se puede comprender esta condición.
Referencias
Celaya, A. (2022). Comprensión y acercamiento terapéutico del autismo: Conducta, mente y pensamiento [tesis de maestría, Centro Eleia].
Kanner, L. (1943). Autistic Disturbance of Affective Contact. Nervous Child, 2, 217-250.
Asociación Americana de Psiquiatría. (1980). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-III. Masson.
Asociación Americana de Psiquiatría. (2002). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV. Masson
Asociación Americana de Psiquiatría. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5. Editorial Médica Panamericana
Rivière, A. (1997). Desarrollo normal y autismo. http://www.autismoandalucia.org/wp-content/uploads/2018/02/Riviere-_Desarrollo_normal_y_Autismo.pdf