Por Mariana Castillo López
En los últimos tiempos, el problema de la depresión ha tomado un lugar preponderante para las personas, incluso algunos estudiosos del campo de la salud mental consideran que por su frecuencia se debe considerar un fenómeno de salud pública. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 5% de la población mundial padece depresión y ocupa el primer lugar en las causas de discapacidad. En la psiquiatría y la psicoterapia existen guías que ayudan a discriminar de manera más precisa las distintas manifestaciones de la depresión. En el entendido de que no existe una sola categoría y que tiene mil caras, resulta fundamental poder distinguir las variedades depresivas, ya que tiene implicaciones técnicas.
En el trabajo analítico se pasa de la generalidad a particularidad. La experiencia muestra que tendremos que enfrentar estados depresivos en diversas manifestaciones, es decir, todos nuestros pacientes experimentarán emociones relacionadas con la depresión. Freud fue el primero en advertir que la propia naturaleza del desarrollo psíquico, y de la vida, contiene una serie de duelos y pérdidas que al atravesarlos permiten un crecimiento mental, sin eximir el dolor ligado a ellos. Sin embargo, el camino del duelo se puede complicar y encallar en expresiones patológicas severas como es el caso de la «melancolía».
Algunos pacientes pueden mostrar síntomas depresivos como tristeza y desánimo a raíz de la muerte de algún ser querido. Estos síntomas se caracterizan por ser respuestas transitorias y esperables ante una pérdida, y se pueden presentar en estructuras «neuróticas», en donde el proceso de duelo puede seguir su curso. Cabe mencionar que, en las neurosis, el psiquismo suele contar con recursos como la fantasía, la simbolización y los sueños que permiten elaborar dichas pérdidas.
Edith Jacobson (1971) ejemplifica este tipo de manifestaciones depresivas en pacientes que perdieron a sus padres a temprana edad. Estos pacientes construyeron una serie de fantasías en las que imaginaban poder reencontrar al objeto perdido, manteniendo la esperanza a través de pensamientos en los que los padres los seguían amando. Así es como se restablecían de la herida que produjo su partida.
Mackinnon (1973) incluye el siguiente ejemplo de una depresión neurótica:
Una joven viuda reciente, neuróticamente deprimida, sentía que nunca más podría volver a gozar de la vida ella sola, ni concebía un nuevo matrimonio. Sin embargo, encontraba consuelo en sus relaciones con sus hijos y su trabajo. Un año después, recordaba la muerte de su esposo con tristeza, pero había empezado a tener citas con otros hombres, disfrutaba de la vida, y estaba considerando la perspectiva de una nueva boda.
En el carácter depresivo, las personas refieren una forma de ser que ha permanecido a lo largo de su vida y que se caracteriza por un estado mental gris y pesimista, en donde se alberga la convicción de que la vida está ausente de pasiones. Refieren una desmotivación instalada que se acompaña de falta de interés y desesperanza hacia el futuro. Suelen tener restricciones en la vida social y amorosa, sostenida en su visión del mundo. Este carácter implica que la persona se ha adecuado a esas características, que son egosintónicas, por lo que no producen queja, a diferencia de los síntomas. En general, son personas aletargadas y volcadas hacia los otros, olvidándose de sus propias necesidades.
Las «depresiones psicóticas» con frecuencia están representadas por la «melancolía». En ella hay alejamiento de la realidad, pues se tiene la certeza de ser merecedor de una vida triste y dolorosa. En este tipo de depresión, también se observan autorreproches constantes y puede ir acompañada de severos síntomas somáticos como letargo, insomnio o hipersomnia y alteraciones en el apetito. Desde la perspectiva psicoanalítica, este padecimiento se vincula a la identificación con un objeto destruido, por ello, la desesperanza es mucho más intensa.
Otra manifestación es la «depresión narcisista». Esta se origina por una herida que produce la caída de la grandiosidad y la omnipotencia, mostrando un dolor profundo ligado a la fragilidad.
Como se puede observar, las diversas manifestaciones depresivas varían en grado y resulta fundamental explorar los diversos factores que se suman en su etiología. En el diplomado «Enfermedades depresivas» realizaremos un recorrido puntual en las claves diagnósticas y técnicas para abordar a las depresiones.
Referencias
Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. En Obras Completas (vol. 14, pp. 237-255). Amorrortu.
Jacobson, E. (1971). Una respuesta específica a la temprana pérdida de objeto. En Depresión. Estudios comparativos de condiciones normales, neuróticas y psicóticas (pp. 247-270). Amorrortu.
Jacobson, E. (1971). El influjo de conflictos infantiles en estados depresivos recurrentes. En Depresión. Estudios comparativos de condiciones normales, neuróticas y psicóticas (pp. 271-299). Amorrortu.
McKinnon, R. (1973). El paciente deprimido. En Psiquiatría clínica aplicada (pp. 211-256). Interamericana.
Puig, M. (2016). Ansiedades depresivas y de separación. De la teoría a la clínica. En Y. del Valle, C. Islas, B. Sánchez-Armass y A. Pérez-Ruiz. Conflictos, pérdidas y angustias depresivas en los vínculos intersubjetivos (pp. 239-249). Eleia editores.